sábado, 5 de diciembre de 2015

UN LIBRO PARA CONTAR…


LAS COSAS... 

Y LOS CUENTOS


La vida es plural: cada día suceden acontecimientos, más o menos importantes, dignos de quedar reseñados o registrados por alguien. 

Y hay personas felices y gente que sufre. Y hay días de sol. Y hay días de lluvia...

Sucesos que siempre hay a quienes les gustaría recordar.



Entonces, los fotógrafos, les hacen fotografías. Mientas que los pintores, las pintan. Y hay pintores alegres y los hay tristes.

También hay quienes saben cantar y les gusta hacerlo.

E, igualmente, músicos que las interpretan como melodías. Y hay melodías tristes y alegres.


Las abuelas y los abuelos, dan cariño y cuentan cuentos...; dando cumplimiento al séptimo principio de los Derechos del Niño que habla de la necesaria atención que se les ha de dar a los menores de disfrutar de educación y de actividades recreativas. Mientras que, paralelamente, también todos los abuelos tienen derecho a que sus nietos los escuchen.

Sí, cada día, pasan ¡muchas cosas!

Y... ¡van los escritores ¡y las escriben! Y escribiendo, escribiendo, hacen libros. Y para las niñas y los niños, las narran como cuentos. Pues es necesario responder a cabalidad al derecho que tienen todos los que viene al mundo.



Aquí un libro “EL LAGARTO VERDE Y OTROS CUENTOS DEL ABUELO” escrito por… un abuelo. ¿Cómo puede ser? ¡Pues un libro de cuentos, escrito con cariño!

Este libro de cuentos no es sólo una excusa, es decididamente una colección de invitaciones… con el propósito de que ese mensaje llegue.

Aunque algo más: la misión de los abuelos no es sólo “malcriar” a los nietos, dándoles el cariño a espuertas; siempre con una actitud llena de compresión y de paciencia, de saber escuchar sin prisas; dando amor incondicional, con gestos de ternura emocionada, que los hagan sentir las ganas de vivir.

Estimulándolos a ir descubriendo el sentido de su existencia.


A los abuelos, se nos llama “mal-educadores”, pero no se les puede negar la importante misión que tienen de transmitir, con sabia humildad, a las nuevas generaciones, tantas veces, faltas de esperanza, la ilusión y la sensibilidad para captar la belleza de las cosas pequeñas.

La sensibilidad, como todo en la vida, se pierde porque se olvida… ¡cuántas cosas perdemos a lo largo de nuestro currículo vital porque las dejamos a un lado y nos olvidamos!


La sensibilidad es como una caja de música que guardamos en un cajón y que… como no le damos cuerda, deja de sonar… y, como deja de sonar, la olvidamos… y llega un momento en que ya no sabemos dónde la habíamos dejado.

Y junto a la sensibilidad, la emoción de maravillarse, cada día, de la propia existencia y de cuanto sucede a nuestro alrededor.

Motivaciones imprescindibles para cargar de sensibilidad los corazones de nuestra gente menuda y para infundir en sus mentes el afán a la construcción de un mundo, de una sociedad mejor…, para que (ellas y ellos) tengan un futuro próspero y feliz.


El lagarto verde, cuento con el que se inicia el libro, además de ser un título sugerente, es una invitación a pensar en ecología y en esperanza; también se trata de un cuento emblemático dentro de esta colección de treinta tantos, en la que el lagarto habla a mi nieta predilecta para  sugerirle pistas para ser feliz e invitarla a que dé gracias a la vida ¡todos los días!

Así una colección de relato-cuentos llenos de luz y de animosidad, de ternura y generosidad, de esperanza y dilección. Una buena fórmula de dar cumplimiento a ese séptimo principio de los Derechos del Niño (que habla de la necesaria atención que se les ha de dar de disfrutar de educación y de actividades recreativas).


Y la experiencia única de escuchar cuentos, con la voz de un ser querido…, es algo que nunca se olvida; seguramente porque es una manifestación de amor dilecto que deja la mejor de las huellas, como vivencias de una infancia feliz.

Un libro para regalar y disfrutar compartiéndolo…, página a página. Ojalá que quienes los lean, les apetezca contarlos ¡muchas veces! Así habrá cumplido la misión de llegar a muchos oídos y, con ello, llevar alborozo a muchas personitas.